«La marcada desigualdad ha sido criticada por los economistas más neoliberales. También la iglesia católica ha manifestado su preocupación por estas profundas desigualdades y el mismo Papa Francisco en una carta enviada al Foro Económico de Davos repudió con energía la desigualdad mundial, señalando que la economía moderna ha logrado grandes avances en educación y sanidad, pero «a menudo ha llevado aparejada una amplia exclusión social»
La distribución de los ingresos en Chile ha sido históricamente muy desigual, donde las ganancias obtenidas por los distintos sectores económicos de la población se contraponen entre sí, dejando a la vista grandes brechas de crecimiento y desigualdad que traen como resultado una exclusión socioeconómica de los sectores más desmejorados. Según Fernández Montt R. “La situación actual mantiene en gran medida las condiciones del siglo XVI. De hecho, si comparamos los niveles socioeconómicos utilizando la clasificación típica en Chile, es decir ABC1, C2, C3, D y E, tendríamos que la distribución de porcentajes se asemeja con los españoles en: criollos, mestizos, indígenas y esclavos, respectivamente”.
Lo anterior queda a la vista, si consideramos que según una publicación de CIPER la población chilena de más altos ingresos, es decir el primer decil (10% de la población) y la de más bajos ingresos (el restante 90 %) tienen de por sí un nivel de desigualdad similar al de EE.UU. como país, el más alto entre los desarrollados. El 10% más rico (primer decil) de los chilenos vive como en un país muy rico, pues el ingreso promedio de este grupo (más de $60.000 dólares per cápita aproximadamente) es superior al promedio de Estados Unidos, Singapur y Noruega. En el segundo decil se vive con ingresos comparables a Hungría, mientras que en el tercer decil la situación se asemeja a Eslovaquia y Croacia. En el cuarto decil se vive como en un país de ingreso medio o bajo (promedio de Argentina y México). En los deciles restantes, que concentran al 60% de la población, se vive con ingresos equivalentes a países de bajos ingresos como Perú (5º decil), El Salvador (6º decil), Angola (7° decil), Bután (8º decil), El Congo (9º decil) y Costa de Marfil (10º decil).
La marcada desigualdad ha sido criticada por los economistas más neoliberales. También la iglesia católica ha manifestado su preocupación por estas profundas desigualdades y el mismo Papa Francisco en una carta enviada al Foro Económico de Davos repudió con energía la desigualdad mundial, señalando que la economía moderna ha logrado grandes avances en educación y sanidad, pero ”a menudo ha llevado aparejada una amplia exclusión social”. El sumo pontífice pidió a los jefes de Estado, de gobierno y empresarios presentes en Davos que promuevan “un enfoque inclusivo que tenga en cuenta la dignidad de toda persona humana y el bien común”, y abogó por un “renovado, profundo y amplio sentido de la responsabilidad por parte de todos”. “El crecimiento de la igualdad requiere procesos encaminados a una mejor distribución de la riqueza, la creación de fuentes de empleo y una promoción integral del pobre, que va más allá de la mentalidad de asistencia”, agregó.
Un estudio de los economistas Ramón López, Eugenio Figueroa y Pablo Gutiérrez de la Universidad de Chile, puso en evidencia lo acentuadas de estas diferencias en Chile. El informe señala que “el real problema de distribución en Chile está en lo más alto de la distribución (1%) y no tanto dentro del grueso de la población (99%) donde la distribución tiende a ser relativamente pareja. Es realmente en el 1% más rico y sobre todo en el 0,1% y 0,01% más rico donde se concentra el ingreso”, indican los autores. Asimismo, otra de las conclusiones del estudio señala que el ingreso per cápita del 1% más rico es 40 veces mayor que el ingreso per cápita del 81% de la población”.
En términos comparativos de otros países las diferencias apreciadas en Chile son las más altas que se observan. Aún excluyendo ganancias de capital o utilidades retenidas, la participación del 1% más rico es la más alta registrada dentro de una lista de alrededor de 25 países para los cuales esto se ha medido. Además los autores precisan: “De modo muy general, las cifras muestran que, en promedio, la participación de estos estratos más ricos en el ingreso total del país es alrededor del doble de la participación media que se verifica en los otros países de la muestra”. Esto último explica el hecho de que las cifras de ingreso per cápita sean engañosas en nuestro país, por ejemplo, si nos comparamos con Uruguay, Chile tiene un ingreso promedio 7% más alto. Sin embargo, el 80% (más pobre) de los chilenos tiene entre un 10% menos de ingreso que el mismo 80% en Uruguay, esto se explica porque el 20% más rico es mucho más rico que su similar en Uruguay (un 23% más) lo que arrastra el promedio de nuestro ingreso per cápita hacia arriba.
A lo anterior debemos sumar que un informe de la OCDE conocido recientemente indica que Chile “destaca” por ser el país que mayor brecha presenta entre los miembros del conocido “Club de los países desarrollados”, esto por los ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre, medido por el coeficiente de Gini de acuerdo con el informe llamado “Panorama de la sociedad”. También se menciona que un 18% de la población tiene ingresos inferiores al 50% de la media. De esta forma, los países más pobres son Israel (20,9% del total), México (20,4%) y Turquía (19,3%), todos ellos al igual que Chile (18%) o Estados Unidos (17,4%), lejos de la media del 11,3% de la organización y más todavía de los que tienen menos población en situación de pobreza: República Checa (5,8%), Dinamarca (6%) e Islandia (6,8%). Todo esto se suma a lo señalado en 2013, que en Santiago la distancia de recursos se ha transformado en un factor que ha llevado a la población de más bajos ingresos a los márgenes de la ciudad, ubicando a Santiago como la ciudad más segregada de entre 30 urbes estudiadas por ese organismo.
Lo mismo ocurre en educación, donde la distancia de ingresos se ha transformado en insalvables brechas de conocimiento, desarrollo de habilidades y posibilidades futuras. Así lo han mostrado estudios de la misma OCDE y se ha vuelto a confirmar recientemente cuando dio a conocer un ranking elaborado por el centro de estudios Horizontal con los datos de la prueba internacional PISA y que ordenó los países de acuerdo a la influencia del dinero de la familia en las posibilidades de estudio y aprendizaje de un joven de 15 años. Al final del ranking aparecen países como México, Uruguay, Estados Unidos, Chile y Argentina, donde la riqueza del hogar al que se pertenece tiene una alta relación con los resultados académico de los estudiantes.
La respuesta de por qué es tan mala la distribución de ingresos en nuestro país se relaciona con los cambios económicos experimentados en Chile en los últimos 30 años, donde sólo 16 grupos económicos explican sobre el 60% del PIB. El modelo de crecimiento económico que adoptamos tiende a concentrar los ingresos en aquellos segmentos más pudientes y así lo manifiestan distintas encuestas aplicadas por el INE, la Universidad de Chile o la Cepal. Todo parece indicar que faltan mecanismos redistributivos y persisten estructuras impositivas que castigan las actividades y sectores de la economía que pueden contribuir al incremento de ingresos entre los hogares de más bajos recursos. Lo único que aparentemente queda por hacer es tratar de avanzar en diversos ámbitos como el gasto social, la educación, la calidad del empleo y el emprendimiento, donde es clave incrementar la protección social y asegurar la inversión en capital humano.
Fredy H. Wompner G.
Fuente: elquintopoder.cl